De las lecciones más grandes que me deja 2016 es que ningún miedo es invencible. Este año sentí miedo desde sus inicios... Tuve miedo a lo desconocido, a la incertidumbre de no tener rumbo, a la soledad, a no saber que hacer con mi vida, a atreverme a dar el paso cuando la oportunidad se cruzó en mi camino. Tuve miedo de no ser suficiente, de no poder estar a la altura... De algo y de alguien. Le tuve miedo a las expectativas. Le tuve miedo a demostrar lo que sentía y pensaba. Me tuve miedo.

Pero curiosamente, ese mismo miedo terminó siendo combustible para vencerse a si mismo. Esa es mi lección. Aprendí y confirmé que el miedo no me paraliza, que es necesario el atrevimiento, derribar barreras mentales. Que si salía bien iba a ser de mis mejores experiencias de vida y si salía mal iba a ser de mis mejores aprendizajes.

Me perdí el miedo a mi misma porque me demostré que todo lo que temía era producto del discurso mental que yo misma me daba y de permitir que opiniones de 3ros influenciaran mi vida. Aprendí a hablarme bonito y con las palabras adecuadas para darme ánimo en seguir adelante. Y lo mejor, fue que eso calló cualquier voz externa que buscaba quitarme la seguridad y ponerme dudas.

Hay personas que siempre van a querer darle dirección a tu vida, van a creer que saben más que tú, mejor que tu, con mayor sensatez que tú. Quizás con la mejor de las intenciones, quizás proyectándose en ti... Quién sabe. Lo que si es seguro es que a personas rebeldes como yo, nos encanta llevar la contraria, porque cuando tenemos una idea en la cabeza, no viene del cerebro sino del corazón.

Y esas ideas son las que vale la pena perseguir hasta que se vuelven realidad.

Ya veremos que idea loca se apodera de mi en 2017... lo importante es, que ya no me tengo miedo.