De las lecciones más grandes que me deja 2016 es que ningún miedo es invencible. Este año sentí miedo desde sus inicios... Tuve miedo a lo desconocido, a la incertidumbre de no tener rumbo, a la soledad, a no saber que hacer con mi vida, a atreverme a dar el paso cuando la oportunidad se cruzó en mi camino. Tuve miedo de no ser suficiente, de no poder estar a la altura... De algo y de alguien. Le tuve miedo a las expectativas. Le tuve miedo a demostrar lo que sentía y pensaba. Me tuve miedo.

Pero curiosamente, ese mismo miedo terminó siendo combustible para vencerse a si mismo. Esa es mi lección. Aprendí y confirmé que el miedo no me paraliza, que es necesario el atrevimiento, derribar barreras mentales. Que si salía bien iba a ser de mis mejores experiencias de vida y si salía mal iba a ser de mis mejores aprendizajes.

Me perdí el miedo a mi misma porque me demostré que todo lo que temía era producto del discurso mental que yo misma me daba y de permitir que opiniones de 3ros influenciaran mi vida. Aprendí a hablarme bonito y con las palabras adecuadas para darme ánimo en seguir adelante. Y lo mejor, fue que eso calló cualquier voz externa que buscaba quitarme la seguridad y ponerme dudas.

Hay personas que siempre van a querer darle dirección a tu vida, van a creer que saben más que tú, mejor que tu, con mayor sensatez que tú. Quizás con la mejor de las intenciones, quizás proyectándose en ti... Quién sabe. Lo que si es seguro es que a personas rebeldes como yo, nos encanta llevar la contraria, porque cuando tenemos una idea en la cabeza, no viene del cerebro sino del corazón.

Y esas ideas son las que vale la pena perseguir hasta que se vuelven realidad.

Ya veremos que idea loca se apodera de mi en 2017... lo importante es, que ya no me tengo miedo.

Mi primera navidad sola en un país extranjero. Dicen que para estas fechas todos los que hemos emigrado nos ponemos nostálgicos y añoramos nuestras costumbres, nuestras tradiciones y el estar en casa con nuestros seres queridos.

Para mi esto solo tuvo 50% de realidad. Les voy a contar un poco las cosas que extrañé esta Navidad: mi comida venezolana, en realidad no se siente navidad hasta que no está el plato completo sobre la mesa y el mantel rojo, sin embargo tengo 30 años de navidades acumuladas y tengo su olor y su sabor bien guardado en mi memoria para recordarlo cuantas veces yo quiera. Extrañé las gaitas... En medio de la cena sonó muy a lo lejos una versión de "Amparito", y mi corazón literalmente se saltó un latido y se me escapo una gran sonrisa.

Extrañé muchas cosas, sin embargo no sentí tristeza, ni soledad, ni una añoranza embargadora como he visto a muchos describir su experiencia... simplemente me dejé ir con el momento y disfrute, de lo nuevo, de lo desconocido y del calor a casa que intentaban darme quienes con tanto cariño me recibieron.

"El hogar es donde está el corazón"... Dice la frase. Y yo creo que ya entendí de que se trata. Tengo mucho tiempo sintiéndome sin hogar. Mi país, ya no es lo que una vez fue. Mi casa, la casa que me vio crecer, es ahora la casa de mis padres. Tiene una familiaridad hermosa, se siente segura y cálida, pero ya no es MI hogar, lo sé porque por algún tiempo tuve la dicha de sentir que pertenecía a un lugar, a un espacio, a ese conjunto de cosas que te hacen sentir en... hogar. Y creo que en parte, el propósito de emprender este camino ha sido volver a encontrar esa seguridad. Quizás me toque recorrer el mundo buscando mi nuevo hogar, quizás ya llegué a el y aun no lo sé, quizás simplemente me acompaña a todos lados y es demasiado obvio como para poder verlo.

Algo si es seguro, mi hogar no necesariamente será un país, una casa, o una persona. Será en donde pueda sentir que encontré mi lugar. El lugar de donde no quiera irme nunca. El lugar que no te cansas de mirar.

El lugar en el que sientes que ahora sí, todo tiene sentido.

Me estoy convirtiendo en adicta.

Adicta a un estilo de vida que desconocía hace un par de meses, de una experiencia que jamás había tan siquiera imaginado vivir.

Me estoy convirtiendo en adicta de expandir mi mente, de hacer cosas que nunca haría, de tomar riesgos que normalmente me aterrarían, y de tener aventuras nuevas que me mantienen la mente intranquila.

Me estoy volviendo adicta de tomar decisiones arriesgadas, de decir "si" cuando normalmente diría "no". No se trata de poner la vida en riesgo o de actuar de manera irresponsable... Se trata de quitarme prejuicios, de quitarme las excusas y los "no debería" y de dejar de buscar peros.

Hasta hace unos meses solía pensar que la mayoría de las cosas que me pasaban, eran demasiado buenas para ser ciertas. Se me presentan situaciones, personas, oportunidades que se ven muy lindas para ser verdad, y que (creo) termino bloqueando por incrédula.

Entonces hagamos las cosas diferentes... No es que sean muy lindas para ser ciertas, es que son ciertas en la medida que yo les permita ocurrir y ser lindas.

No me quiero detener aquí, este no es ni remotamente mi destino final, apenas estoy empezando a encontrar lo que vine a buscar, quiero seguir viendo, descubriendo, conociendo(me). Quiero seguir viviendo experiencias que me llenen de vida, que me mantengan en una constante sensación de novedad.

Quiero tener historias increíbles, algunas para compartir y otras para guardar en mi mente. Al final del día solo va a importar haberlas vivido, no si ustedes se enteran...

Quiero seguir fuera de mi zona de confort, no es ampliarla... es salir, pisar fuera de ella. Verme allí, sin plan, sin estructura, vulnerable, desnuda. Y enfrentarme con eso.

Quiero hacer las cosas que sienta que debo hacer en el momento, quiero dejar atrás mi lado racional que me mantiene 24/7 buscándole explicación a todo.

Quiero ser más corazón y menos cerebro.

Al parecer estoy en la etapa en la cual pruebas lo desconocido y le tomas el gusto, estoy por cruzar la linea imaginaria entre atreverse y dar un paso atrás.... El pronostico? Digamos que el miedo se quedó en Bogotá y no lo he vuelto a sentir desde que me subí al avión.

Definitivamente, mis prioridades están cambiando.

Como yo lo veo, no se trata de "estar" agradecido sino de "ser" agradecidos.

En mi lista de cosas por agradecer, empiezo por lo más pequeño que es lo que más significado debería tener.

Soy agradecida por el aire que entra en mis pulmones porque me mantiene viva, por un cerebro que funciona y un corazón que palpita, que me permiten ser mente y alma. Soy agradecida por unas piernas que me llevan a donde necesito ir, unas manos sanas y funcionales listas para cualquier oficio.

Soy agradecida por los obstáculos que la vida me pone, porque me demuestran de que estoy hecha y mi capacidad de superarlos.

Soy agradecida por el amor que recibo de mi familia y mis amigos, por el apoyo que me dan en cada paso. Porque tengo siempre alguien que me brinda una palabra de aliento cuando la necesito.

Soy agradecida porque estar viva, significa un infinito de posibilidades.
Porque esta mañana abrí los ojos y muchas personas no tuvieron esa suerte.
Porque anoche me acosté con el estómago lleno y esta mañana empecé mi día igual.

Porque si. Porque agradecer me llena de dicha y da paz a mi alma.

Y por último, soy agradecida por el ayer y todo lo que me enseño, por el hoy que es lo único que tengo seguro y por la esperanza de un mejor mañana, que me mantiene aferrada a la fe.

¿Y tu? ¿De qué eres agradecido?

Aparentemente mi vida está destinada a los cambios bruscos, drásticos y sin aviso. (Wiiiiiiiiiii NOT).

Las personas estructuradas y con mentes lógicas necesitan un plan.

No puedo llorar. ¿Me recuerdan como se hace?

No soy una persona sentimental, o bueno, sí lo soy a mi modo y por ratitos, pero a veces uno siente que el hueco en el pecho y la ansiedad en el estómago, solo se va a ir dejando que caigan las lágrimas.

Tengo días pensando en lo que viene. Y pensé en todas las complicaciones que me han salido en el camino, en todos los miedos que tengo, en todo lo que puede que salga mal y en todo lo que dejo atras. El hueco en el estómago se siente elástico...  Crece vertiginosamente, me abruma, me envuelve... Y no lloro.

¿Como se dejan ir las lágrimas? ¿En donde piden el permiso para asomarse de los ojos? ¿Por qué son tan penosas y a que le tienen miedo? ¿Que las intimida?

Una vez leí que no siempre se llora con lágrimas. Que el llanto se lleva por dentro...  No sé si sea cierto, solo sé que de ser así, el alivio no es el mismo.

He tenido etapas de lágrimas que no se detienen... Antes me consideraba más sentimiental. Lloraba por todo...  Quizás la vida te va cambiando la manera de ver el mundo y buscamos dosificar el llanto.

Pero, ya conocen como soy...  Con o sin lágrimas, sigo creyendo firmemente en lo mismo: Todo va a estar bien, siempre todo termina bien.

Las mejores conversaciones casi siempre son nocturnas. Empiezan casualmente con bromas, risas y van profundizando, quitando capas. Se van cayendo máscaras, las personas empiezan a "permitirse" ser y mostrarse vulnerables. Caen prejuicios, escuchamos con más detalle.

Leemos al otro entre líneas, analizamos más allá de las palabras...  Lees movimientos corporales, lees expresiones. Se vé, más allá de lo que los ojos muestran. Sin intereses, sin agendas ocultas, simplemente el momento evoluciona y se conversa con el corazón, más que con la razón. Me encanta ese descubrir almas.

Quien presume, lo expone todo y exhibe lo que quiere vender al otro...  Por eso me agradan las personas que no se venden, ni compran a primera oferta, esas que, se toman el tiempo (y permiten a la intriga) para descubrir lo que está más alla de lo evidente y de las suposiciones...

Esas que se atreven y terminan llevándose una grata sorpresa.

Solo falta el factor química, y esa, se mantiene en mi lista de "no negociables".

Hoy asistí a un evento en el cual había una pareja que tiene 23 años juntos.

Ella tiene 52 años (que no se notan) y él, no pregunté, pero se vé contemporáneo con ella... Se veían el equipo perfecto, se dejan notitas en la mesa del comedor, se toman de la mano, se dedican triunfos, se ven y les brillaban los ojos... Muchos más lo notaron y comentaron que era una hermosa escena.

Empezamos, mi amiga y yo a hablar del tema y deciamos lo lindo que es cuando te conquistan. Hablabamos de los detalles que habían tenido nuestros ex (novios, esposos, pretendientes) con nosotras y allí... se me encendió la alarma.

Resulta que me dí cuenta de lo poco que he sido cortejada o conquistada en mi vida.

Voy a intentar ser lo más honesta posible: en realidad, nunca me he sentido merecedora de ese tipo de detalles (obsequios, sorpresas, etc). No sé como recibirlos, hasta puedo decir que me es incómodo. No me cuesta regalar cosas en la medida de mis posibilidades (y cuando estoy bien entregada al asunto, antes de eso, soy un hielo), hago cartitas, regalo chucherías, doy obsequios y hago sorpresas, pero recibirlas... es algo que debo aprender a hacer, vengan de quien vengan.

En el pasado he rechazado esas muestras de afecto, me he sentido culpable por cosas como que un día un ex novio decidió regalarme una cartera que vi en una vitrina y me encantó, su situación económica no era la mejor para el momento y yo no sentía que el gasto se justificaba y menos en mi... Otra ex pareja simplemente era super tacaño y le encantaba dividir todas las cuentas en dos, hasta un postre... Y yo por algún motivo jamás me quejé (no por el hecho de dividir cuentas, sino por la manera tan tajante e incluso despota en la que lo hacía, prácticamente llevaba un balance de gastos mutuos en donde me cobraba todo). Con el tiempo entendí que ese trato tampoco era sano, en pareja nos comportamos como amigos, como equipo. No como socios de negocios en donde TODO debe ser monetizado.

Y luego estoy yo. Que dejaba de comprarme mis propios zapatos por regalarle algo a esa persona que era especial. Solo porque sí. Porque se me parecia a él. Algo no parece estar bien equilibrado aquí...

Siempre decía que el amor no se demuestra con flores sino con acciones, pero si me preguntan hoy, sí creo que los detalles mantienen una ilusión bonita que no deberíamos dejar que se esfume con el pasar de los años y que debemos aprender a equilibrar y a recibir. Cuando regalo algo, cuando tengo una cortesía con alguien, cuando me provoca brindarle un helado a una amiga, lo hago de la manera más desinteresada y con todo el cariño posible, y no me gusta que me rechacen mis gestos de afecto... Entonces ¿por qué yo sí me siento mal cuando alguien se comporta igual conmigo?.

Sigo creyendo que el amor se demuestra con acciones, pero que lindo es que 23 años después (en donde acciones hay por millares) aún exista el tiempo y el interés de dejar una notita, un besito, un detalle.

No dejemos que se esfume la ilusión.

Tengo días pensando en esta idea que se niega a abandonarme "ya lo perdí todo".

Y es así. Un día perdí todo lo que tenía bajo mi control y todo lo que creía mío. Y aún así, sali adelante.

Un día me levanté y ocurrió lo que me aterraba que sucediera, me quedé en un segundo sin mi casa, sin mi hogar, sin mi auto, sin mi rutina, sin la persona. Lo perdí todo.

Y no tenía plan B. No me había imaginado ese escenario como posible. En mi cabeza eso no podía ocurrir, era impensable...  Y aquí es donde viene la magia: perdí, sin plan b, todo. Y sin plan b, salí adelante.

Y sin plan b, lo logré.

Si ya perdí todo inesperadamente, y salí adelante; ¿como me va a dar miedo empezar desde cero en una situación a la cual yo misma me estoy empujando? En donde está clarito que me tengo que hacer voluntariamente cargo de mi misma, en donde no hay opción al fracaso y hay, a diferencia de esa vez, un plan b.

¿Que puede salir mal?

Si ya lo perdí todo.

Tengo esta nostalgia en el pecho que no sé dónde se origina, no sé donde nace, no sé de donde viene.

No sé como se lucha, como se apacigua, como se calma.

No sé con quien se habla, como se expresa, con cuales palabras.

No sé si se entiende, si se asimila, si se empatiza, sino se subestima.

No sé cuanto dura, cuando acaba, si es que acaba.

¿Se acaba?

Creo que por primera vez voy a escribir desde la reflexión, en lugar de escribir desde la incertidumbre o el cuestionamiento de mis acciones... 

Esta mañana tuve un "ajá moment", uno de esos momentos en donde algo por fin tiene sentido.

Les doy un poco de background: Tengo varios meses lidiando con la soledad. Vamos a pensar fuera de la caja, no hablo únicamente de lo que socialmente vemos como soledad por soltería, para mi rara vez ese ha sido un problema. Hablo de cuando todos los escenarios posibles se juntan y te encuentras... bueno, solo.

El 90% de mis amistades se han ido del país en los últimos 2 años, incluyendo a mis amigas incondicionales. 

Me quedan pocas personas en el país, la mayoría tiene su vida y su rutina armada, son pocas las personas que pueden acompañarme a hacer tonterías, diligencias o simplemente a pasar el tiempo, y valoro cada minuto que dedican a estar conmigo. 

El resto de mis amistades se dividen en dos partes, los que ya se van (en cuestión de un mes o dos) y aquellos que te hacen preguntarte por qué siguen siendo amigos, esa gente que dosificas porque tiene una tendencia a la toxicidad y te abruman a las horas de su compañía.

Consideremos también que mi familia a pesar de ser grande, es con el núcleo con quien tengo menos afinidad en el mundo (apartando a mi mamá).

Es aquí donde me doy cuenta de que la mayoría de los días y fuera de horario laboral, tengo demasiado tiempo libre para compartir conmigo. Y aquí está el "ajá moment": He descubierto que soy mi mejor compañía.

Es extremadamente cliché. Lo sé. Pero de verdad es mi conclusión.

Cuando estoy conmigo pasan cosas maravillosas, me hablo bonito y me doy ánimos, no critico la forma de ser de nadie, solo la mía y lo hago con toda la intención de construirme; mi compañía me ha hecho descubrir y me sugiere un universo de actividades distintas para pasar tiempo conmigo, que van desde "vayámonos al Ávila, practiquemos Yoga, probemos las clases de Pilates" hasta "deberíamos salir a pasear en moto y seguimos hablando, así prácticas", mi compañía tiene una manera especial de tolerar mis locuras infantiles y hasta comparte mi humor negro.

Mi compañía da los mejores consejos del mundo, y no porque sepa que hacer, sino porque me alienta a seguir mis instintos y confía en que conseguiré la mejor solución, en que tengo todo el potencial para superar cualquier obstáculo y en que puedo lograr cualquier cosa que me proponga. Mi compañía confía ciegamente en mi. 

Mi compañía me pone sanas restricciones, no me deja gastar más de lo que debo pero me alienta a darme un gusto cuando me lo merezco. Me ayuda a balancearme entre lo justo y lo necesario.

Mi compañía me admira, por todo lo que soy y lo que he logrado, mi compañía esta orgullosa de mi.

Cuando estoy conmigo, me siento más cómoda, sin presiones. Antes me sentía muy incómoda de estar sola en un comedor lleno de gente, pensaba que me veía como la perdedora que no tiene amigos para almorzar. Hace unos días me descubrí sentada sin nadie alrededor y terminé el almuerzo antes de notar que no tenía a nadie a mi lado, eramos yo y yo. Sentadas, pensando tonterías. Disfrutando el tiempo libre.

Soy mi mejor compañía porque me estoy tomando el tiempo de conocerme, de no llenar vacíos buscando estar rodeada de gente las 24 horas. Porque me hablo con ternura y me animo con certeza. 

Soy mi mejor compañía porque no tengo otra opción, pero si la tuviera, me escogería nuevamente como compañera de vida.

PD: Dato curioso, este es el primer post en donde colocó una foto mía.

Ayer no fue mi mejor día, contrario a lo que dicen las fotos despampanantes. Ayer me permití ser más humana de lo que algunos piensan que soy. 

Ayer se me juntaron una cantidad de sentimientos y exploté. Y lo permití. Me permití sentarme a llorar a caudales, no tengo idea cual fue el detonante para esa descarga de emociones; solo sé que no se trata de "alguien" se trata enteramente de mi.

Les explico un poco: que alguien no sea sentimental, no significa que no sienta. A mi no se me dan las cursilerias, los llantos, las emociones desbordadas o a flor de piel. Simplemente no se me dan. No me la doy de mujer de hierro, no es que yo me ponga una fachada, no es que yo evite a toda costa sentir. Es que simplemente así soy, no puedo controlar como me impacta una emoción y menos aún voy a ir por el mundo fingiendo que las cosas me afectan más de lo que lo hacen. Los que me leen saben que si algo me afecta lo descargo escribiendo y sigo mi vida.

Tampoco soy un tempano de hielo, claro que me enamoro y claro que lo demuestro, tiemblo cuando veo alguien que me gusta, brinco y grito de emoción con un mensaje, me siento mal si alguien me critica, me afecta si me rechazan, tengo días en donde me siento el 5% de la mujer que puedo ser, me frustro cuando las cosas no se me dan. Pero mi actitud ante todas estas cosas es lo que considero me hace diferente,

Y bueno, ayer me sentí extremadamente agobiada, no me pregunten de que. Ayer me permití ser vulnerable y los sentimientos salieron. Ni siquiera entiendo aún porque estaba llorando, no había un motivo concreto, simplemente tenia que salir todo de mi y ya. Descubrí que aún tengo demasiado por sanar, y no se trata de relaciones amorosas, de rupturas y despechos, Tengo mucho por sanar en mi vida, en general. Tengo mucho que analizar, tengo mucho que entender y reconocer de mi; pero así es el camino de crecer como personas. 

No todo va a ser fiesta, hay retrocesos, pensamos que estamos en la vía y de repente vemos que no hemos recorrido ni la mitad del camino; y de repente te duelen cosas que no tenías idea que te dolían, evalúas tu infancia, evalúas tu vida, evalúas tus acciones, evalúas tus creencias religiosas, sociales, culturales, evalúas hasta tus gustos musicales  y porque te gusta lo que te gusta ¿soy realmente yo o es un gusto adquirido por copiar a alguien, por estar a la moda? evalúas tu estilo... Se evalúan tantas cosas que pudiésemos parar en un manicomio, pero es parte de crecer! es una etapa, un proceso, y en algún momento de tanta complicación nace la maravillosa calma y todo se vuelve sencillo... llega la plenitud.... y disfrutas un café, un vino, un minuto a solas, una plaza con niños que corren, un perrito que te mueve la cola... el cielo se pone azulito y los árboles de un hermoso verde... vas amable por la calle y sonríes a todos, porque está en ti, porque así se siente.

Lo sé por que sin saberlo en el momento, he tenido instantes de plenitud. 

De ayer a hoy, solo se me ocurrió una cosa para sentirme mejor y es agradecer que estoy viva. Agradecer que camino, bailo, salto, corro, pienso, huelo, veo, hablo, entiendo, escucho, respiro y estoy sana, Gracias.

Hace un tiempo ya, empecé un camino de crecimiento personal y espiritual. No sé exactamente cuando comenzó ni si hubo o no una situación que desencadenara este buscar expandir mis ideas y sentimientos a algo más trascendental; solo sé que de repente deje de preocuparme por lo que carecía y empecé a agradecer lo que estaba presente en mi vida, sé que deje de ver problemas y me enfoqué en buscar soluciones, y sé que abracé la certeza de que siempre las cosas buscan su manera y eventualmente todo siempre está bien.
En ese...  vamos a llamarlo "despertar" encontré una paz que no había sentido antes, porque abandoné las ganas de aferrarme a que la vida tenía que ser como yo quería que fuera. No me malinterpreten, tenemos una injerencia bien alta en lo que nos sucede, nuestras acciones determinan consecuencias pero más allá de ello, la actitud con la que afrontamos nuestras decisiones, acciones y consecuencias es la que define el impacto que estás tienen en nuestra vida... 
En este camino intente llevar a otros conmigo o al menos intenté hacer que vieran el mundo con mis ojos, fue un gesto muy noble pero me enseñó que si bien podemos ser agentes de cambio, no podemos influenciar a otro si aún no ha hecho su trabajo interno. En este choque de ideas algunas personas tomaron senderos distintos a los míos y allí decidí rodearme de aquellos que están en un camino igual al mío. Gente que quiera ver más allá de los problemas y que esté dispuesta a aprender, a intentar, a fallar y a volverlo a intentar.
No lo sé todo. Nunca lo sabemos. Y eso es lo lindo de este camino, que siempre hay algo nuevo que aprender. Siempre hay lecciones que retomar, siempre hay una oportunidad. Y yo reconozco que tengo la mejor disposición a que así sea.
Parte de mi trabajo me está llevando a aprender a ser más vulnerable. A permitirme ponerme en situaciones que no necesariamente son cómodas, salir de mi zona de confort y entender que no precisamente el aceptar y expresar mis sentimientos significa ser débil.
Y lo que me trajo a este camino de la vulnerabilidad, es la empatía. Verán, he estado leyendo acerca de la diferencia entre simpatía y empatía, y la cosa va más o menos así:
Imagina que tienes un problema o una situación que te hace sentir vulnerable, y quieres compartirla con alguien en particular, vienen dos escenarios, A) Simpatía: te escuchan pero no te oyen, te dicen rápidamente que no te preocupes que todo va a estar bien y toman tu experiencia como punto de partida para una historia que le ocurrió a esa persona  (que no necesariamente viene con un aprendízaje) es solo un "tu cuento me acordó del mío". B) Empatía: te oigo, te entiendo, me pongo en tus zapatos, trato de imaginar lo que sientes y busco las palabras para reconfortarte (que curiosamente están lejos de un "no te preocupes") quiero que al comunicarme tu experiencia, me permitas al menos intentar hacerte sentir mejor, aunque quizás no lo logre.
No sé ustedes pero yo prefiero la empatía, prefiero que me oigan y me entiendan... Pero para llegar allí son necesarios dos factores: permitirte ser vulnerable para compartir lo que te preocupa, y permitirte ser vulnerable para ponerte en los zapatos y entender la experiencia de quien te habla.
Ser vulnerable nos deja desnudos, nos quita la seguridad en muchos casos, pero nos permite ser quienes somos, sentir que importas, te lleva a la alegría, a la creatividad, a la innovación, a la autenticidad. Definitivamente quiero aprender a ser vulnerable, me lo merezco y me lo debo.
No sé que tanto trabajo requiera esta parte del camino, auguro que es un largo trecho, pero ya soy consciente del trabajo que debo hacer y no me permito más ser indiferente a este.
Les cuento luego que tal me va.